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Internacional

Quiénes son los jóvenes enfurecidos que provocan destrozos en Estados Unidos y por qué lo hacen

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El homicidio de George Floyd desató las protestas más masivas y generalizadas en mucho tiempo. Si bien fueron mayormente pacíficas, en muchas ciudades hubo brotes de violencia, con incendios, saqueos y desmanes. Entre el accionar de oportunistas y la ira contenida por la discriminación y la desigualdad
Un manifestante agita una bandera estadounidense quemada durante una protesta contra la muerte de George Floyd, en St Louis, Missouri, EE.UU., el 1 de junio de 2020 (REUTERS/Lawrence Bryant)

Algunas imágenes parecían sacadas de películas apocalípticas. Edificios incendiados y en ruinas, tiendas saqueadas y calles atravesadas por vehículos envueltos en llamas. La secuencia comenzó la semana pasada en Minneapolis, donde el lunes 25 de mayo murió George Floyd, luego de que el oficial Derek Chauvin le oprimiera el cuello con la rodilla durante ocho minutos y 46 segundos. Pero se extendió a todos los rincones de Estados Unidos.

En más de 400 ciudades repartidas en los 50 estados del país hubo manifestaciones, muchas verdaderamente multitudinarias. La mayoría fueron pacíficas, pero otras terminaron con estallidos de violencia, que llevaron a los alcaldes de al menos 40 ciudades a imponer toques de queda. Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Filadelfia y Washington DC son algunas de ellas.

La mitad de los estados del país convocaron a la Guardia Nacional, que desplegó más de 30.000 uniformados para ayudar a las policías locales a contener los disturbios. En algunos casos, los desbordes de las fuerzas de seguridad sirvieron más para exacerbar a los manifestantes que para contener la violencia, como se vio en Buffalo, donde dos agentes empujaron a un hombre de 75 años y lo dejaron tendido en el suelo, con la cabeza ensangrentada.

Manifestantes se reúnen en el Monumento a Lincoln durante una protesta contra la desigualdad racial tras la muerte en custodia policial de George Floyd en Minneapolis, en Washington, EE.UU., el 6 de junio de 2020. (REUTERS/Carlos Barria)Manifestantes se reúnen en el Monumento a Lincoln durante una protesta contra la desigualdad racial tras la muerte en custodia policial de George Floyd en Minneapolis, en Washington, EE.UU., el 6 de junio de 2020. (REUTERS/Carlos Barria)

El presidente Donald Trump acusó por los hechos vandálicos a grupos de izquierda radical y puntualizó en Antifa, un movimiento antifascista bastante amorfo, y amenazó con llamar al Ejército para restaurar “la ley y el orden”. Pero, si bien hay indicios de la participación de grupos organizados, no parece que tengan la capacidad de generar eventos de este alcance.

Más que el resultado de una conspiración oculta, tanto las movilizaciones pacíficas para pedir justicia y el fin de la discriminación, como los violentos episodios que siguieron a muchas de ellas, parecen expresiones de un malestar creciente. La mayoría canaliza esa frustración de manera civilizada, pero hay grupos en los que brota de manera caótica, creando las condiciones para que delincuentes comunes saquen provecho.

“Aunque la mayoría de los manifestantes están marchando pacíficamente para conseguir justicia para George Floyd, las personas que participan en actos de vandalismo pueden tener objetivos diferentes. Individuos de diversos niveles socioeconómicos pueden tener el mismo objetivo, hacer oír su voz, pero apelar a medios diferentes. Por ejemplo, ¿debe la justicia administrarse a través de los tribunales, o las personas dentro de las comunidades tienen que hacer lo que consideren justo? Desde un punto de vista sociológico, algunos pueden incurrir en vandalismo para apropiarse de bienes, pero otros pueden hacerlo porque consideran que es la única manera de que su voz sea escuchada”, dijo a Infobae Cassandra D. Chaney, profesora de estudios de niñez y familia en la Universidad Estatal de Louisiana.

Esta foto sin fecha proporcionada por Christopher Harris lo muestra a él a la izquierda y a George Floyd a la derecha, en Minneapolis (Christopher Harris vía AP)Esta foto sin fecha proporcionada por Christopher Harris lo muestra a él a la izquierda y a George Floyd a la derecha, en Minneapolis (Christopher Harris vía AP)

Estados Unidos tiene una larga historia de casos de violencia policial contra ciudadanos negros que desencadenaron protestas y disturbios masivos. En ese punto, lo que está sucediendo ahora no es novedoso. Sin embargo, un fenómeno que habitualmente se queda en la escena local, pasó a una escala nacional y hasta internacional —en los últimos días hubo protestas en distintos países—. Y acciones que suelen tener a la comunidad afroamericana como protagonista excluyente tienen ahora una composición étnica y sociocultural mucho más diversa.

“El hecho de que las escuelas estén cerradas, de que el 30% o más de la fuerza laboral no esté en el trabajo, que muchas personas más estén trabajando en casa pero sean libres de ir a una manifestación, y de que haya buen tiempo, significa que hay ahora una disponibilidad que antes no había. Por la creciente penetración de los medios de comunicación, con programas nacionales, blogs, redes sociales, etc., ahora todos ven lo que está pasando. Antes, con los medios locales como principal fuente era menos claro lo que estaba sucediendo en otros lugares. Además, hay una brecha etaria: ha aumentado mucho el porcentaje de jóvenes que sienten que sus posibilidades de tener un buen futuro han disminuido o son inexistentes”, explicó Gary T. Marx, profesor emérito de sociología del MIT, consultado por Infobae.

El ex policía de Minneapolis Derek Chauvin posa después de haber sido transferido de una cárcel del condado a una instalación estatal del Departamento de Correcciones de Minnesota. (Departamento de Correcciones de Minnesota/Distribución a través de REUTERS)El ex policía de Minneapolis Derek Chauvin posa después de haber sido transferido de una cárcel del condado a una instalación estatal del Departamento de Correcciones de Minnesota. (Departamento de Correcciones de Minnesota/Distribución a través de REUTERS)

Detrás de la violencia

“Los Estados Unidos de América designarán a ANTIFA como una organización terrorista”, tuiteó Trump días atrás. Más allá de que la mayoría de los juristas sostienen que la ley no le permite rotular de terrorista a un grupo local, el problema con Antifa es que ni siquiera es una organización. No tiene líderes ni miembros fijos y ni siquiera se sabe cuál es el alcance real de sus ideas y de sus controversiales métodos.

El fiscal general William Barr fue más vago. Acusó por la violencia de los últimos días a “grupos extremistas de ultraizquierda”, pero no dio demasiados detalles. También Tim Walz, el gobernador demócrata de Minnesota, apuntó en esa dirección para dar cuenta de los disturbios. “Tenemos razones para creer que malos actores siguen infiltrándose en las legítimas protestas por el asesinato de Floyd”, afirmó.

No obstante, un informe del Departamento de Seguridad Nacional difundido por la agencia Reuters reveló que, si bien las autoridades tienen indicios de la intervención de pequeños grupos radicalizados en distintas ciudades, la evidencia es bastante limitada. La principal hipótesis es que el grueso de los que participan son arribistas y manifestantes que se terminan sumando a los actos más destructivos.

Manifestantes levantan los puños en una manifestación por los derechos civiles y la cultura negra mientras se reúnen en la Black Lives Matter Plaza, cerca de la Casa Blanca, el 6 de junio de 2020. (REUTERS/Jim Bourg)Manifestantes levantan los puños en una manifestación por los derechos civiles y la cultura negra mientras se reúnen en la Black Lives Matter Plaza, cerca de la Casa Blanca, el 6 de junio de 2020. (REUTERS/Jim Bourg)

“Hay una imagen falsa de que grupos Antifa y anarquistas son los culpables, de que los elementos vandálicos son producto de agitadores externos. El alcalde de Saint Paul (en Minnesota, al lado de Minneapolis) admitió que el 80% de los arrestados eran residentes. No niego que haya agentes provocadores, los hay. Muchos son nacionalistas blancos a los que Twitter les cerró las cuentas porque se hacían pasar por personas de izquierda. Lo que pasa es que las rebeliones no son puras, nunca lo han sido en la humanidad. Combinan elementos reivindicativos, de resistencia, con un elemento juvenil, que ahora interactúa con la pandemia y con el desempleo rampante”, sostuvo Eduardo Bonilla-Silva, profesor de sociología de la Universidad Duke, en diálogo con Infobae.

El principal supuesto de quienes señalan a agitadores externos es que los que participan de esos eventos no forman parte de la comunidad, sino que van especialmente desde afuera. Pero los registros de arrestos en Minneapolis muestran que solo 25 de 312 detenidos tenía domicilio fuera del estado.

El informe del Departamento de Seguridad Nacional mencionaba la actividad concertada de militantes de extrema derecha para hacerse pasar por agitadores de izquierda en redes sociales, con el objetivo de acusarlos después de los desmanes. Pero tampoco está claro qué participación pueden haber tenido en el terreno.

Un vehículo de la policía de Nueva York se incendia tras una marcha contra la muerte de George Floyd en Brooklyn, Nueva York, EE.UU., el 30 de mayo de 2020. Foto tomada el 30 de mayo de 2020 (REUTERS/Jeenah Moon)Un vehículo de la policía de Nueva York se incendia tras una marcha contra la muerte de George Floyd en Brooklyn, Nueva York, EE.UU., el 30 de mayo de 2020. Foto tomada el 30 de mayo de 2020 (REUTERS/Jeenah Moon)

El de los saqueos es un fenómeno distinto, más emparentado con el crimen común. A muchos de los que participan de ellos no les interesa quemar edificios como un acto simbólico de venganza, solo quieren apropiarse de objetos valiosos. Y también están los que pasaban por ahí y decidieron aprovechar la ocasión de manera no premeditada.

“El saqueo es un crimen de oportunidad —continuó Bonilla-Silva—. No hay mucha investigación científica sobre el fenómeno, porque quién va a entrevistar a los saqueadores. Usualmente son jóvenes, generalmente de sectores sin acceso a bienes de consumo, que ven el momento de tener una radio, unos tenis o ropa. Pero eso hay que separarlo del resto de las movilizaciones. Por ejemplo, de las que se han hecho en la Casa Blanca, que es un punto neurálgico. Los periodistas tienen que tener algo interesante para contar, entonces los manifestantes saben que los medios van a estar pendientes de algo así y que van a salir en las noticias de las 6 de la tarde. En Minneapolis quemaron la estación de policía de donde salieron los oficiales que mataron a Floyd. Eso es algo táctico”.

Es cierto que algunos manifestantes con posiciones más radicalizadas reivindican los saqueos como una forma de “golpear al sistema”. Otros insisten en minimizar su gravedad con el argumento de que “las mercancías pueden ser reemplazadas, las vidas no”. En cualquier caso, siempre es muy difícil diferenciar a todos los subgrupos que participan de este tipo de actos de masa, que por definición supone una una disolución momentánea de las individualidades.

Personas prenden fuego artículos saqueados de una farmacia de CVS durante los disturbios en Raleigh, Carolina del Norte, el 30 de mayo de 2020. (REUTERS/Jonathan Drake)Personas prenden fuego artículos saqueados de una farmacia de CVS durante los disturbios en Raleigh, Carolina del Norte, el 30 de mayo de 2020. (REUTERS/Jonathan Drake)

“Las grandes multitudes en las ciudades son casi siempre muy diversas internamente —dijo Marx—. Hay espectadores, policías vestidos de civil, gente de los medios de comunicación, aquellos de grupos organizados que no quieren la destrucción porque aleja la atención de la causa y finalmente alborotadores con menos o ningún interés en la causa, que usan la cobertura de la multitud para participar en acciones antisociales. A los manifestantes de derechos civiles los mueve la no violencia, pero eso no es del todo cierto en el caso de los saqueadores. A algunos puede preocuparles la injusticia, pero esa preocupación no se refleja en el saqueo y en la quema de cosas. Por otro lado, los tipos de personas en la multitud pueden cambiar: los menos violentos pueden irse cuando la situación vira y los más atraídos por la violencia pueden salir en mayor número. Al margen de eso, personas no violentas pueden reaccionar con violencia ante a acciones policiales injustas o imprudentes”.

Las manifestaciones van mutando con el tiempo. No participan las mismas personas a cualquier hora ni en cualquier lugar. No es lo mismo antes de la entrada en vigor del toque de queda, que después. Lo que siempre hay que tener en cuenta es que para sumarse a una manifestación hay que tener tiempo y energía. Y cuanto mayor sea la probabilidad de que se produzcan episodios violentos, los participantes deben sentir que tienen poco para perder.

Una niña con una escoba pequeña camina por una línea de miembros de la Guardia Nacional desplegados en Bellevue Square en el centro de Bellevue, Washington, EE.UU. 1 de junio de 2020 (REUTERS/Lindsey Wasson)Una niña con una escoba pequeña camina por una línea de miembros de la Guardia Nacional desplegados en Bellevue Square en el centro de Bellevue, Washington, EE.UU. 1 de junio de 2020 (REUTERS/Lindsey Wasson)

“Los que participan de estas movilizaciones tienen el interés, el tiempo y los recursos. Una persona que trabaja usualmente no puede. Por eso es que la juventud suele tener una participación mucho mayor. En este caso, es un movimiento un tanto fluido. En el contexto de la pandemia, estamos todos en nuestras casas y tenemos más tiempo. Entonces, se puede ver a familias en las marchas de la tarde, algo que no pasa habitualmente y que ha contribuido a la masividad. Pero desde las cinco en adelante son mayormente jóvenes. La posibilidad de que intervenga la policía aumenta a la noche y son ellos los que tienen la capacidad física de defenderse mejor y de correr más rápido”, dijo Bonilla-Silva.

La juventud es un denominador común en la mayoría de las manifestaciones, y estas no son una excepción en ese punto. Aún más bajo es el promedio de edad cuando se ve quiénes intervienen en los enfrentamientos con la policía y en los saqueos. Pero lo interesante es que al no ser eventos reducidos a la comunidad afroamericana, no se ve solo a jóvenes negros, sino que el público es mucho más diverso. Una señal de que el malestar es más generalizado.

“La gran mayoría de los manifestantes en los últimos días han sido pacíficos. Pero el profundo dolor, la ira y la frustración que sienten las comunidades víctimas de la brutalidad policial siempre se han expresado ocasionalmente de manera destructiva, incluso durante el Movimiento de Derechos Civiles, en la década de 1960. En ese sentido, el proceso actual es muy similar al pasado. La mayor diferencia con lo que ocurrió antes parece ser la diversidad de los participantes, con un gran número de blancos entre los vándalos, junto con asiáticos y latinos, además de afroamericanos”, dijo a Infobae Chenoa A. Flippen, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Pennsylvania.

Manifestantes defienden una tienda Nike de los saqueos gritando "protesta pacífica" en Long Beach, California, EE.UU., el 31 de mayo de 2020. (REUTERS/Patrick T. Fallon)Manifestantes defienden una tienda Nike de los saqueos gritando “protesta pacífica” en Long Beach, California, EE.UU., el 31 de mayo de 2020. (REUTERS/Patrick T. Fallon)

Racismo, violencia policial y pandemia

Estados Unidos tiene muchos antecedentes de pequeñas revueltas surgidas en reacción a algún episodio de brutalidad policial contra los afroamericanos. Se estima que entre 1960 y 1970 se produjeron unas 250 en distintas ciudades del país. Casi siempre con una secuencia que se repite.

En muchas partes del país la comunidad afroamericana vive concentrada en determinadas zonas urbanas en las que escasean las oportunidades laborales y educativas, los llamados guetos. A la frustración por la falta de perspectivas de progreso individual se suma una relación traumática con la Policía, que aún hoy rige buena parte de sus protocolos alrededor de prejuicios raciales.

“Incidentes como estos ocurren generalmente cuando la gente cree que se ha cometido una injusticia y no hay rendición de cuentas —dijo Chaney—. El mismo tipo de vandalismo se produjo en 1992 durante los disturbios de Los Ángeles, tras la muerte de Rodney King, vapuleado por cuatro policías blancos. Incidentes como estos hacen que la gente se sienta enojada, frustrada, perpleja y sin fe en el sistema de justicia. Cuando la justicia no es rápida, crea dolor emocional y psicológico, en particular a las personas que están racial y socioeconómicamente marginadas. Muchas personas están estresadas. Por las relaciones entre padres e hijos y la violencia doméstica, o por el racismo, el sexismo, y la pobreza. Ahora se sumó la reciente pandemia, que ha alterado dramáticamente nuestra forma de vida”.

Los restos de una sede del Chase Bank después de los disturbios y saqueos que estallaron el 30 de mayo en el pequeño pueblo de La Mesa, California, el 3 de junio de 2020 (REUTERS/Mike Blake)Los restos de una sede del Chase Bank después de los disturbios y saqueos que estallaron el 30 de mayo en el pequeño pueblo de La Mesa, California, el 3 de junio de 2020 (REUTERS/Mike Blake)

En los últimos años hubo muchos casos de civiles negros que murieron por abusos de la policía. El 26 de febrero de 2012, en Sanford, Florida, Trayvon Martin, de 17 años, murió luego de que George Zimmerman, que coordinaba la vigilancia en su barrio cerrado, le disparara en el pecho al adolescente, que visitaba a un familiar. A pesar de que Martin estaba desarmado, Zimmerman fue absuelto alegando legítima defensa, porque hubo un forcejeo antes del disparo. El caso fue el catalizador para la formación del movimiento Black Lives Matter.

Otro de los homicidios más significativos fue el de Eric Garner, el 17 de julio de 2014, en Nueva York. Un policía lo arrestó bajo la sospecha de que estaba vendiendo cigarrillos ilegalmente y, para reducirlo, le aplicó una llave que lo ahogó. Un video lo captó diciendo 11 veces que no podía respirar, hasta que no habló más.

El 9 de agosto siguiente fue el de Michael Brown en Ferguson, Missouri. Tenía 18 años y murió después de que un oficial blanco le disparara seis veces, a pesar de que estaba desarmado. Un informe del Departamento de Justicia concluyó que el agente había actuado de manera excesiva y a partir de prejuicios raciales, pero no fue procesado. El caso desató la última gran serie de protestas y disturbios por razones raciales.

Un manifestante enmascarado se para frente al fuego durante una manifestación contra la muerte de George Floyd en Los Ángeles, California, el 30 de mayo de 2020. (REUTERS/Kyle Grillot)Un manifestante enmascarado se para frente al fuego durante una manifestación contra la muerte de George Floyd en Los Ángeles, California, el 30 de mayo de 2020. (REUTERS/Kyle Grillot)

“Hay una historia larga, desde esclavitud a las leyes Jim Crow (de segregación racial) y al nuevo racismo —dijo Bonilla-Silva—. Pero también hay una historia corta. La expresión que usó Floyd, ‘no puedo respirar’, fue la misma que usó Eric Garner. Ha habido muchos casos en los últimos años, donde el final de la historia es que los policías son exonerados. A eso hay que añadirle la pandemia, que tiene un efecto racial desigual. La mortalidad de afroamericanos, latinos e indígenas es dos, tres y cuatro veces mayor que la de los blancos. Pasa lo mismo con el desempleo, que para los afroamericanos es entre 2 y 2,5 mayor que entre los blancos. Esa interacción entre la pandemia y sus efectos desiguales, el desempleo y sus efectos desiguales, y la brutalidad policial, a principios de un verano, causa condiciones perfectas para una revuelta”.

El trato diferencial de la policía para con los afroamericanos, que se manifiesta en estas circunstancias, es percibido como la ratificación de la desigualdad que los afecta desde siempre. El desempleo es un ejemplo claro. En febrero de 2020, el país registraba apenas 3,5%, mínimo en muchas décadas. Pero esa proporción era 3,1% para los blancos, 4,4% para los latinos y 5,8% para los afroamericanos, según estadísticas del Departamento de Trabajo. Es decir, 87% más que los blancos. No es algo nuevo, esta brecha se mantiene estable desde hace muchas décadas.

Manifestantes inician un incendio en protesta por la muerte de George Floyd, el domingo 31 de mayo de 2020, cerca de la Casa Blanca en Washington (AP Photo/Alex Brandon)Manifestantes inician un incendio en protesta por la muerte de George Floyd, el domingo 31 de mayo de 2020, cerca de la Casa Blanca en Washington (AP Photo/Alex Brandon)

Una razón que permite entender por qué estas manifestaciones e incluso los actos violentos fueron tan diversas es porque los efectos económicos de la pandemia hicieron que el desempleo se disparara para todos, reduciendo de hecho la brecha. En abril subió a 14,7% el índice general, que era 14,2% para los blancos, 16,7% para los negros y 18,9% para los latinos. La diferencia pasó a ser de 17 por ciento.

Pero aún más grande es la inequidad en la distribución de la pobreza. Según los datos de la Oficina del Censo, a fines de 2018 el 9% de los blancos era pobre, frente al 19% de los latinos y el 22% de los negros, 144% más que los primeros. Lo más grave es que la brecha salarial se incrementó en las últimas décadas. A principios de siglo, los blancos ganaban en promedio 21,8% más que los negros. La distancia creció a 23,5% en 2007 y a 26,5% en 2019, según datos del Economic Policy Institute.

El nivel extremo de desigualdad en los Estados Unidos, junto con el impacto muy desigual de la crisis de la Covid-19, tanto en términos de la enfermedad como en términos del impacto económico, está exacerbando la ira. Hay decenas de millones de personas desempleadas, con pocos motivos para esperar que su situación mejore en breve. Cuando se añade a la mezcla un presidente que aprovecha cualquier oportunidad para inflamar las tensiones, en lugar de calmarlas, ciertamente puede parecer que las cosas están peor hoy que en el pasado reciente”, concluyó Flippen.

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FUENTE : INFOBAE

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Detienen la búsqueda de Emma y Maxi, los dos marplatenses desaparecidos en la costa de Málaga

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Han transcurrido dos semanas desde la última vez que se vio a Emmanuel Soria, de 34 años, y Maximiliano Ludvik, de 29, los dos marplatenses desaparecidos el pasado 27 de agosto cuando se adentraron en el mar, en la costa de Málaga, para practicar paddle surf mientras tomaban un mate. Como marca el protocolo de actuación, Salvamento Marítimo no reanudó este lunes la búsqueda activa con sus medios y ahora sólo emite avisos periódicos a las embarcaciones que navegan por el Mar de Alborán.

 

Pedimos directamente al Gobierno que reactive la búsqueda. No pararemos hasta que nos den una respuesta, ya sea que los encuentran vivos o sus cadáveres”, afirma en declaraciones a Infobae España Nacho Soria, hermano de Emmanuel. Relató que Salvamento Marítimo se comunicó con las familias para informarles de que finalizaban los trabajos de rastreo activo de los dos desaparecidos. “No vamos a permitir que se deje de trabajar sin que hayan encontrado nada”, asegura.

 

Ante la paralización de la búsqueda por parte de Salvamento Marítimo, los familiares de Emma y Maxi están tratando de ponerse en contacto con el multimillonario filántropo Enrique Pyñeiro, nacido en Italia y nacionalizado argentino. Este polifacético personaje se ha embarcado en numerosas causas sociales, entre ellas la de la ONG Open Arms, a quien donó un buque para rescatar a refugiados en aguas del Mediterráneo. Además, posee un avión modelo Boeing 787 que también ha puesto a disposición de otras causas.

 

Las familias de los desaparecidos han organizado varias concentraciones en Málaga para reclamar que se no se detenga la búsqueda por mar y aire hasta encontrar a sus seres queridos. Su última demanda había sido que se aprovechara un festival internacional aéreo celebrado el pasado fin de semana en la provincia para buscar desde el aire alguna pista sobre el paradero Emmanuel y Maximiliano.

 

También han lanzado una campaña de recaudación para sufragar el desplazamiento y la estancia en España de los familiares residentes en Argentina, así como la impresión de carteles y otros gastos. Tras recaudar unos 6.000 euros, buscan alternativas. El padre de Maximiliano tiene previsto desplazarse esta semana a Marruecos porque no están dispuestos a tirar la toalla.

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Desesperación en Hawaii: 55 muertos y decenas de desaparecidos por un salvaje incendio forestal

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Calificados como “catastróficos” por el gobernador de Hawaii, los incendios forestales en el paradisíaco archipiélago dejaban este viernes un total de 55 muertos y cientos de desaparecidos. Como resultado, miles de personas han sido desplazadas y las autoridades dicen que las líneas de comunicación caídas dificultan la localización de víctimas. Quienes sobrevivieron cuestionan por qué no funcionaron los sistemas de alerta cuando las llamas se acercaban a las casas.

Los residentes de Maui, arrasada por las llamas, que huyeron desesperados del fuego, algunos incluso a pie  y lanzándose al mar para salvarse, se preguntan ahora por qué el famoso sistema de alerta de emergencias de Hawaii no les avisó cuando el fuego se acercaba a sus casas.

Los registros de gestión de emergencias de Hawaii no mostraron indicios de que se activaran las sirenas de emergencia antes del devastador incendio que se cobró la vida de decenas de personas y arrasó Lahaina, una localidad histórica, según confirmaron las autoridades el jueves.

¿Qué pasó con los sistemas de alerta? 

Hawaii cuenta con lo que el estado describe como el mayor sistema integrado de alertas de seguridad pública para cualquier tipo de peligro al aire libre del mundo, con alrededor de 400 sirenas repartidas por todo el archipiélago.

Pero muchos de los sobrevivientes de Lahaina dijeron en entrevistas en los centros de evacuación que no escucharon ninguna sirena y se dieron cuenta del peligro que los amenazaba cuando vieron las llamas o escucharon explosiones cerca.

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Thomas Leonard, un cartero retirado de 70 años de Lahaina, no se enteró de que había un incendio hasta que olió el humo.

Antes en el día se habían interrumpido la luz y el servicio de telefonía móvil, por lo que la localidad no tenía información en tiempo real sobre el peligro. Intentó marcharse en su Jeep, pero tuvo que abandonar el auto y correr hacia la orilla cuando los vehículos cercanos empezaron a explotar. Se escondió detrás de un dique durante horas mientras el viento arrojaba ceniza caliente sobre él.

A pie a través de las llamas

 

Los bomberos llegaron finalmente y escoltaron a Leonard y a otros sobrevivientes a pie través de las llamas hasta un lugar seguro.

El vocero de la Agencia de Gestión de Emergencias de Hawai, Adam Weintraub, dijo a The Associated Press el jueves que los registros del departamento no muestran que las sirenas de alerta de Maui se activaran el martes. En su lugar, el condado utilizó alertas de emergencia enviadas a celulares, televisores y emisoras de radio, explicó.

No estaba claro si esos avisos se mandaron antes de que los cortes generalizados de electricidad y telefonía móvil suspendieran la mayor parte de las comunicaciones con Lahaina.

Avivado por un verano seco y los fuertes vientos de un huracán cercano, el incendio comenzó el martes y tomó a Maui por sorpresa, extendiéndose por los pastizales que cubren la isla y arrasando después viviendas y todo lo que había a su paso.

“Intenso como el infierno”

Ekolu Brayden Hoapili y su novia escaparon de las llamas en Hawaii, pero no consiguen sacudirse de la memoria las imágenes de destrucción en el espejo retrovisor de su auto ni la tristeza de ver a su pueblo arder en llamas.

“Todo era rojo, sólo polvareda y viento, tan intenso como el infierno”, contó Hoapili quien huyó de Lahaina, la pequeña comunidad turística carbonizada por las llamas en la isla de Maui.

Sentado en el baúl del auto donde ha dormido con su pareja desde que ambos escaparon del incendio, Hoapili narró su huida.

y estaba en llamas. Sólo veía humo, cenizas cayendo del cielo, todo ardiendo. Y dije ‘nos tenemos que ir’“.

“Creí que moriría”, admitió este joven de 18 años que se debate entre la alegría de haber sobrevivido gracias a la rápida huida y el arrepentimiento de no haberse quedado para ayudar a la gente.

“Me sentía impotente e indefenso (…) Mirando en retrospectiva, dejé tanto atrás, a tanta gente. Pero no podía arriesgarme más, porque si lo hacía, no estaría aquí”.

Al igual que él, miles de personas se quedaron sin nada.

Los fuegos han devastado más de 800 hectáreas en dos islas del archipiélago estadounidense (Maui, es por lejos la más afectada). También se han declarado incendios en la Isla Grande de Hawaii, pero las autoridades dijeron que estaban bajo control el jueves.

El incendio avivado por las ráfagas huracanadas de “Dora” obligaron a evacuar a miles de personas, algunas de las tuvieron que saltar al mar para protegerse de las llamas. Al menos cien se lanzaron al agua.

“Todavía tenemos cadáveres en el agua flotando y en el malecón”, comentó Kekoa Lansford, otra residente, a la CBS. “Hemos estado sacando gente (…) Estamos tratando de salvar su vida, y siento que no estamos recibiendo la ayuda que necesitamos”.

“Lo que vimos hoy es catastrófico (…) es probablemente el mayor desastre natural de la historia del estado de Hawái”, declaró el gobernador de Hawaii.

El peor desastre natural desde el tsunami de 1960

El incendio es el peor desastre natural que azota el estado desde un tsunami que dejó 61 fallecidos en 1960 en la Isla Grande. Durante una conferencia de prensa el jueves, el gobernador, Josh Green, indicó que el número de decesos podría aumentar a medida que continúan las operaciones de búsqueda y rescate.

Durante su comparecencia, Green reportó 53 fallecidos, pero el condado de Maui actualizó el conteo más tarde a 55 tras el hallazgo de dos nuevas víctimas.

Este es además el incendio más letal registrado en Estados Unidos desde el de Camp, en California, que dejó al menos 85 muertos y arrasó la localidad de Paradise en 2018.

Infoveloz Associated Press, AFP y Clarín

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Atentado en Ecuador: asesinaron a tiros al candidato presidencial Fernando Villavicencio

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El periodista y candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, de 59 años, fue asesinado este miércoles a tiros cuando salía de un acto.

Villavicencio, del movimiento de centro Construye, murió al ser atacado a balazos cuando abandonaba un evento en el norte de Quito después de encabezar un mitin de campaña.

“Indignado y consternado por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Mi solidaridad y mis condolencias con su esposa y sus hijas”, expresó el mandatario Guillermo Lasso a través de la red social X, antes Twitter.

El presidente agregó que “por su memoria y por su lucha, les aseguro que este crimen no va a quedar impune” y que “el crimen organizado ha llegado muy lejos, pero les va a caer todo el peso de la ley“.

Ecuador sufre en los últimos años un embate del crimen vinculado al narcotráfico, lo que casi duplicó la tasa de homicidios a 25 por cada 100.000 habitantes en 2022.

Villavicencio era uno de los ocho candidatos presidenciales para las elecciones generales anticipadas que se realizarán el 20 de agosto.

El periodista y exmiembro de la Asamblea Nacional disuelta en mayo por Lasso aparecía segundo en la intención de voto con 13,2%, detrás de la abogada Luisa González (26,6%), única mujer en liza y afín al exmandatario socialista Rafael Correa (2007-2017), según la más reciente encuesta de Cedatos.

El diario El Universo, el principal del país, señaló que Villavicencio fue asesinado “al estilo sicariato y con tres tiros en la cabeza”.

Lasso convocó a la sede presidencial al gabinete de Seguridad, así como a los titulares de organismos estatales como la máxima Corte Nacional de Justicia para “tratar este hecho que ha consternado al país”.

En desarrollo…

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