Tiene más de un siglo de vida y se mantiene activa y feliz. Ahora, en sus “tiempos libres” teje cuadraditos de lana para armar frazadas destinadas a quienes más lo necesiten.
Laura Gregorietti
lgregorietti@lanueva.com
os a Amelia Corinaldesi de Nicolau a través de la pluma de su bisnieto Franco. Como si se tratara de un viaje en el tiempo, nos relató la historia de su bisabuela, una hija de inmigrantes de los pueblos de Macerata, en la región italiana de Marche, quienes llegaron a tierras argentinas huyendo del clamor de la Guerra.
Justo hace un siglo el mundo vivía otra pandemia: la famosa Gripe Española, que asoló ese país entre los años 1918 y el verano del ’20, y en el mundo, caía el telón para la Primera Guerra Mundial. Bajo los efectos de aquella situación, el 27 de Mayo de 1919, en Bahía Blanca, nacía Amelia Corinaldesi.
Hija de José Corinaldesi y de Julia Trillini – madre joven de apenas 19 años – la pareja tuvo otros dos descendientes además de Amelia: Juana y Osvaldo.
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Cuenta su familia que Amelia, una mujer de voluntad implacable, inició sus estudios primarios en la Escuela General Básica Nº22. Luego, rápidamente, siguió los pasos de su madre y comenzó a trabajar a muy temprana edad en trabajos de costuras, limpieza y aseo de ropa de gente de una posición económica más alta.
“Tal es así, que a sus ‘apenas’ 101 años, recuerda cuando junto a su madre se encargaba de lavar la ropa de los hermanos Lucaioli, un reconocido apellido de la comunidad bahiense”, dice Franco.
Alrededor del año 1943, y luego de un temprano noviazgo y 10 años de amistad, Amelia contrajo matrimonio con Antonio Nicolau.
“Ella todavía recuerda y cuenta cuán amable, compañero y servicial fue Antonio. Producto de este amor, en 1945 nació Juan Carlos Nicolau, único hijo de Amelia”, recuerda su bisnieto.
Los años fueron pasando y Amelia siguió lavando ropa, enhebrando agujas, desenredando ovillos de lana y haciéndose cargo de las costuras desde su casa.

La foto preferida de Franco con su bisabuela
“En 1968 se convirtió en abuela de Fabián Alejandro Nicolau. Y tan solo seis años después, en 1974, de María Laura Nicolau. Pero lamentablemente Amelia enviudó de manera prematura en la década del 80. Afuera explotaba la Guerra de Malvinas y ella, quedándose en su casa -concepto más actual imposible-, colaboraba cosiendo y haciendo chaquetillas para el ejército. Ya para 1985 Amelia se desempeñaba como una especie de “empleada de maestranza” en una oficina a pocas cuadras de su casa”.
Tiempo después continuó con esa labor pero más cerca de su hogar, apenas a unos metros de distancia, en las oficinas de la Empresa Maderama ubicada en calle Charlone al 900, lugar en el que trabajó por unos 10 años.
Pero 1996 fue un año clave para Amelia con una sorpresa que invadió su alma: se convirtió en bisabuela de mellizos varones: Juan Manuel y Franco.
El 27 de mayo de 1997, en el día de su cumpleaños y a los 97 años, murió la madre de Amelia. Pero nuevamente la vida le daría revancha y en 2006 otro bisnieto, Julián, llegaría a este mundo para regalarle más ganas de seguir viviendo.

Cinco generaciones: Julia, Amelia, Juan Carlos, Fabián y los mellizos.
“Los años pasaron sorprendentemente y la abuela Amelia, el año pasado, llegó a su siglo de vida. Entre toda la familia nos encargamos de preparar una gran fiesta y un hermoso cumpleaños para celebrar tan feliz acontecimiento al que acudieron viejos amigos, primos y conocidos de diferentes provincias del país”.
Hoy los 101 años la encuentran a Amelia vivaz y activa. Cuenta que si bien nunca fue de mirar mucha televisión, no se perdía los programas de Mirtha Legrand y de Susana Giménez, además de todos los relacionados con las comidas.
“Ahora solo mira algo de cocina, ella le encantan las pastas y durante el tiempo que cocinó para los demás, en su mayoría, hacía pastas”.
Amelia no tiene secretos de longevidad. Según dice, “la vida se le pasó rápido y a veces ni ella puede creer la edad que tiene”, ya que recién entre los 90-95 años la operaron de cataratas.

“La buena vista por suerte siempre la acompañó. Lógicamente ahora usa anteojos, pero incluso hasta aquella edad, enhebraba la aguja sin ayuda”.
Hoy las arrugas en el rostro de Amelia y sus ojos celestes muy claros, reflejan la vida transcurrida.
Actualmente, y bajo las condiciones de la situación mundial de esta pandemia, ella pasa sus días en casa de su nieto Fabián y al cuidado de su familia, junto a la ayuda de su esposa Griselda y sus tres bisnietos.
“Sus días transcurren lentos, ya con menos fuerza y extrañando mucho su hogar. Pero de alguna manera, la voluntad sigue intacta: Amelia teje y colabora con cada uno de sus trabajos y sus 101 años de edad, en un grupo solidario local llamado Cadena de Amor – siendo claramente la integrante más añeja – en donde un montón de mujeres reúnen su cariño y dedicación para ayudar al prójimo donando cada cuadradito de lana que se transformará en una manta que abrigue y proteja al más necesitado”, resalta Franco orgulloso.
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Así pasa sus horas Amelia, tejiendo y cosiendo sentada en un rincón del sillón. Allí donde se la ve chiquita y encorvada, cerca de una ventana donde el sol cada mañana, aún la sigue haciendo brillar.

FUENTE : LA NUEVA