Una sorpresiva carta pública en la que ni siquiera nombra al presidente y ataca con vehemencia que roza el agravio o el conflicto de poderes a la Corte Suprema, la vicepresidente de la nación Cristina Fernández de Kirchner dejó su mirada acerca del primer año de gestión del gobierno que políticamente lidera.
Con respecto al Poder Ejecutivo la ex mandataria solo acepta como positiva la respuesta sanitaria a la pandemia -algo por cierto discutible a la luz de los resultados concretos- y el acuerdo con los acreedores internacionales. En ningún momento indica que esté de acuerdo con lo realizado en materia de redistribución de ingreso o manejo de la economía nacional, algo que hace pensar que que disiente con la gestión llevada adelante en la materia.
Sin embargo Cristina se explaya a la hora de hablar de lo hecho desde el legislativo -ámbito que maneja con mano de hierro en el Senado y que su hijo conduce en los hechos en Diputados- realizando una larga enumeración de lo que considera sus logros principales: «Aprobamos 40 leyes y dimos media sanción a 87 proyectos de ley que fueron remitidos a la Cámara de Diputados. Entre ellos, todos los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo al Senado como el Presupuesto 2021, la sostenibilidad de la deuda, solidaridad social y reactivación productiva, el aporte solidario extraordinario, la protección y beneficios al personal de Salud, el fondo nacional de la Defensa, las capitales alternas, la reforma del Ministerio Público, la ley de manejo del fuego y la de góndolas, la de etiquetado frontal, la de alquileres la de cuidados paliativos y la de telesalud, la receta electrónica, la de economía del conocimiento, la ley de grooming, la de teletrabajo, la de fibrosis quística y la de educación a distancia» enumeró en una afirmación que parece esconder el claro mensaje de que se gobernó desde el Congreso y no desde Balcarce 50.
Y luego se despacha sin pudor contra los jueces de la Corte a quienes descalifica y acusa en una inocultable intromisión que en cualquier democracia civilizada supondría un conflicto de poderes pero que en Argentina tiene una sola lectura: la furia de la vicepresidente ante los traspiés judiciales sufridos la llevan a amenazar sin pudor a quienes en definitiva tienen en sus manos el destino de las causas por corrupción que la involucran.
«La actuación de ese poder no hizo más que confirmar que fue desde allí, desde donde se encabezó y dirigió el proceso de Lawfare. Esa articulación mediática-judicial para perseguir y encarcelar opositores, se desplegó en nuestro país con toda su intensidad desde la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia de la Nación y, lo que es peor: aún continúa» denuncia Cristina acusando al máximo tribunal de la república de armar causas en su contra.
La emprende luego contra Ricardo Lorenzetti al sostener que «este mismo integrante de la Corte, el que se fotografiaba con Moro y Bonadío, fue Presidente de ese cuerpo hasta el año 2018 y en una reunión de jueces federales de Comodoro Py, les aseguró que todas las instancias superiores les iban a confirmar y convalidar todas las decisiones de primera instancia que dictaran contra los dirigentes y ex funcionarios kirchneristas. Lawfare al palo».
Y no queda afuera de su furia la Dra. Highton de Nolasco de la que afirma que «no sólo no renunció a su cargo al cumplir los 75 años de edad -como lo hiciera el Dr. Zaffaroni-, sino que además recurrió a un Juez de primera instancia para que le permitiera permanecer en el cargo en acuerdo con el Gobierno de Cambiemos -que no apeló aquella resolución judicial- y en abierta violación a la jurisprudencia de la misma Corte Suprema y a lo dispuesto por la Constitución Nacional».
Y por supuesto descalifica en su origen a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti al recordar que «quienes debían garantizar el cumplimiento de la Constitución y las leyes en todo el País, aceptaron ser designados por decreto sin cumplir lo que prescribe la Constitución Nacional y las leyes, que exigen un procedimiento determinado y preciso para cubrir las vacantes de la Corte».
De Juan Carlos Maqueda, al no tener agravio que expresar, se limita a recordar que es un «histórico dirigente político del peronismo cordobés, propuesto por el Dr. Eduardo Duhalde, durante su breve interinato como presidente» una forma de menospreciar su enjundia jurídica y su origen en el tribunal.
Una Cristina en estado puro, capaz de erigirse en juez y parte de un gobierno que integra, desconocer a quien cumple la menos formalmente con la función de presidente y avasallar la independencia de poderes sin siquiera pensar en la responsabilidad que le compete como miembro del Ejecutivo y titular de una parte del Legislativo.
Pero también una Cristina incapaz de mentir su esencia y ocultar sus planes: no actúa democráticamente porque ella no es demócrata -al menos en la concepción de nuestra Constitución- y ante el riesgo judicial que se cierne sobre ella no oculta en esta carta que va por el ejercicio total del gobierno.
¿Con Alberto o sin Alberto?…a ella no le importa, y así lo deja en claro con esta nueva aparición pública, y para la sociedad poco y nada cambiaría la imagen que hoy se tiene acerca de como está compuesto el poder en la Argentina.
Así son las cosas en el país que imagina la vicepresidente.
Por Adrián Freijo –