Los hechos ocurridos en Sinaloa que culminaron con la liberación del hijo del «Chapo» Guzmán marcan el triunfo del narcotráfico sobre el estado mexicano.
Seguramente el 17 de octubre de 2019 será recordado como el día en que algo se rompió en la lucha que el mundo entero lleva adelante contra el flagelo del narcotráfico. Y desde esa fecha en adelante nada será igual a la hora de evaluar el papel del estado frente a los carteles de la droga y las garantías que este puede dar a sus ciudadanos y a las otras naciones afectadas por este drama del S. XXI.
Esa obscena complicidad que muchos gobiernos de América Latina y sus clases políticas han desarrollado con los traficantes dejó expuesta en Culiacán la pero de sus caras: las bandas de sicarios tienen hoy mayor poder de fuego que las fuerzas del estado y será muy difícil que de ahora en adelante no obren como verdaderos ejércitos de ocupación cuando se trate de rescatar a un jerarca o simplemente liberar una zona a sus oscuros designios.
La corrupción enquistada en las policías, en las fuerzas armadas y en un porcentaje alarmante de las dirigencias políticas -que durante décadas aceptaron el financiamiento del narcotráfico a sus carreras públicas y a la coronación de sus ambiciones- ha llegado ahora a quedar expuesta ante los ojos de toda la humanidad: ya no hay fuerza oficial que pueda controlar a los delincuentes.
Los hechos
El armamento de los sicarios
A la 1:30 pm estaba Ovidio Guzmán comiendo en un puesto de mariscos en la colonia Tierra Blanca junto a ocho miembros de su equipo y su esposa. En el lugar había cinco familias más con varios niños.
Llegó un equipo militar vestido de civil, de unos cincuenta elementos y cerró las calles acorralándolo dentro del negocio y exigiéndole que se entregara sin poner resistencia. Cuentan los otros clientes que él gritaba «no tiren, yo soy hombre no un cobarde; aquí hay familias y niños, no voy a poner resistencia».
Inmediatamente se entrega y lo llevan resguardado hacia la fiscalía, que se encuentra a unos 6 km del lugar, al mismo tiempo que se van detrás sus escoltas pidiendo refuerzos a su gente.
En pocos minutos se llena de sicarios afuera de la fiscalía y los funcionarios de la misma tratan de negociar y se resguardan con el detenido en una sala blindada mientras esperan los refuerzos militares. En instantes se desata una balacera afuera de la fiscalía que está situada en el corazón de Culiacán, rodeada de plazas, restaurantes, negocios, escuelas, etc..
Al ver que no lograban la liberación los criminales se van a una colonia cercana donde viven familias de militares, toman el lugar y ponen a todos los rehenes, incluidos los niños niños, alrededor de dos barriles de gasolina amenazando que si se llevan a Ovidio quemarán a todos.
Se dan cuenta que vienen apoyos militares de varios lados por carretera y comienza entonces una verdadera guerra. Piden refuerzos a su gente local y de las serranías cercanas y a la gente del Azul, del Mayo, Los Limones, Los Leones, Los Avendaño, Los Fernández, Los Isidros, Los Herrera, Payanes, Quinteros, todos ellos carteles de la zona que tienen sus propios equipos armados. y comienzan a cerrar las entradas a Culiacán y las calles principales de la ciudad quemando camiones, trailers y bidones con combustible. Mientras tanto los «punteros», parejas de criminales que andan en motos, comienzan a asaltar a los ciudadanos que transitan en camionetas y los dejan ir tras requisar sus vehículos.
Las calles de Culiacán escenario de una guerra
En ese lapso de 4 horas hubo más de 30 enfrentamientos con soldados y policías estatales en diferentes puntos de la ciudad y las trincheras narco hacían imposible llegar a la fiscalía al ejército para llevarse a Ovidio. El control de la ciudad había cambiado de manos.
Llegaron refuerzos aéreos y más de 15 helicópteros volaban por la ciudad disparando donde veían que había convoys de sicario, pero no tardaron mucho en irse pues los narco voltearon un helicóptero con un misil a la altura del poblado conocido como «El diez».
En ese instante, y por orden del secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, se procedió a liberar a Ovidio entregándoselo a sus seguidores que inmediatamente se lo llevaron a algún lugar seguro. Comenzaron tiroteos por toda la ciudad para distraer a las fuerzas de seguridad de manera tal de que no pudiesen saber la dirección hacia donde se lo llevaban y todavía a media noche se seguían escuchando tiros en diferentes zonas de la Culiacán. Hoy a la mañana, a casi 24 hs de iniciados los incidentes, aún había lugares en los que se continuaba disparando.
Se conoce hasta el momento un saldo de tres civiles muertos por balas perdidas y otros trece heridos además de siete soldados y cinco policías muertos y trece agentes heridos.
Se supone que hay cuatro sicarios muertos y varios heridos, aunque no ha podido confirmarse ya que los delincuentes retiraron de las calles a sus víctimas antes de emprender la huída.
Paralelamente y en una de las operaciones de mayor espectacularidad los narcos embistieron con un tanque de guerra los muros del penal de Sinaloa y se dieron a la fuga con 53 reos.
Conclusiones
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, justificó la liberación de Ovidio Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, luego de ser capturado el jueves en Culiacán, Sinaloa.
“Tomaron decisiones que yo avalo, que yo respaldo, porque se tornó muy difícil la situación y estaban en riesgo muchos ciudadanos, muchas personas, muchos seres humanos y se decidió proteger la vida de las personas y yo estuve de acuerdo con eso, porque no se trata de masacres. No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas», dijo.
Una visión forzadamente humanitaria que sin embargo no puede ocultar la debilidad de un estado que hoy no está en condiciones de afrontar una lucha que condiciona la vida y el futuro de todos los mexicanos.
¿Pero no es lo mismo que ocurre en Colombia, donde tras décadas de una guerra que mantuvo al país partido en dos con gran parte del territorio en manos del narcoterrorismo el gobierno debió aceptar un indulto que dejó impunes tremendos crímenes y toda una estructura de tráfico de narcóticos que hoy sigue vigente?.
¿Difiere algo lo que ocurre bajo el gobierno de AMLO con el narcoestado venezolano con sus fuerzas armadas y gobierno involucrados obscenamente en el narcotráfico?.
Nicaragua, Panamá, El Salvador, el colador de Ciudad del Este, las fronteras permeables de Argentina y Brasil, sus puertos y aeropuertos sin control alguno y tantas otras realidades, nos muestran la peor cara de la política y las fuerzas armadas y de seguridad de un continente que ha caído definitivamente en manos de la corrupción.
Y que ayer en Culiacán ha dado a luz un tiempo que nace para poner a los ciudadanos en manos del narcotráfico sin que nadie esté en condiciones de defenderlos.
Sean eternos los laureles que supimos conseguir….
ADRIAN FREIJO LIBRE EXPRESION