Pecaron de ingenuos, o pensaron que la munición gruesa gastada había sido suficiente, pero la semana corta lejos estuvo de brindar el esperado respiro. Todo lo contrario. Fue la primer corrida bancaria que sufrió un gobierno que siempre pensó estar lejos de ese riesgo. Se acostumbró a lidiar con una oposición enconada, pero nunca esperó que el mercado reaccionara de manera tan adversa, al punto tal de decretar algunos “el fin de la luna de miel” de Mauricio Macri con ese sector.
Las malas noticias fueron llegando de a una: la agencia Fitch Ratings, bajó de positivo a estable el panorama de la deuda; Moody’s advirtió sobre una “mayor percepción de riesgo” para los activos argentinos, y la revista Forbes fue más lejos al señalar que “es hora de salir de Argentina”.
Tiene su lógica: si la primer semana el derrumbe fue generalizado, la siguiente fue Argentina la que dio la nota. Es la confirmación de que seguimos siendo un país vulnerable.
Previsiblemente, los vaivenes del dólar dieron lugar a todo tipo de rumores: sonó fuerte durante el fin de semana largo la posible salida de Nicolás Dujovne, cascoteado desde que trascendió su blanqueo de 20 millones de pesos, y ahora por los viajes en aviones privados y hasta el insólito “chocoarroz-gate”. Pero el ministro de Hacienda goza del respaldo del Presidente, que le ha sugerido no leer lo que dicen de él los medios… Con todo, le tocó cerrar la semana encabezando una conferencia de prensa que concitó toda la atención ante la crisis.
Algunos consideraban que la respuesta debió haber sido política, y que debió darla el propio Presidente para que tuviera más vigor. Algo rechazado de plano desde el seno del gobierno, donde aclaraban el viernes por la tarde que no puede ser Macri el “fusible” en semejantes circunstancias. ¿Cómo hubiera quedado si después de hablar él los mercados seguían como durante los últimos días?
No la tiene fácil el ministro, más allá de los inconvenientes que le genera esa prensa que expone sus “tiros en el pie”; al punto tal que cuando el 6 de noviembre pasado al preguntarle su amigo Carlos Pagni en el programa Odisea Argentina si “querés volver acá”, no dudó en emitir un rápido “sí”. Ambos rieron, pero Dujovne sonó sincero. Hombre de amplia experiencia en los medios de comunicación, sin embargo se lo vio nervioso el viernes. “No pudo evitar que sus gestos, tanto las miradas como los que realiza con la boca y el movimiento de sus manos trasmitiesen la tensión por la que estaba pasando”, señaló a este medio la consultora Daniela Aruj. Experta en imagen pública, advirtió que por momentos al ministro se le secaba la garganta y aparecían en su voz tonos y matices poco entusiastas, y por el contrario podría leerse falta de confianza e inseguridad. “La muletilla ‘ehhh’ impedía que hubiera pausas en su mensaje, otra muestra de nerviosismo”, comentó Aruj, que completó su observación señalando que “al bajar del escenario incluso equivocó el camino y sus asesores lo condujeron por el lado correcto”.
Resumió lo positivo en “la elección de la corbata: el azul transmite confianza, seguridad y profesionalismo y en sus tonos más claros proyecta tranquilidad, baja barreras y minimiza conflictos”, completó la consultora.
En rigor, lo bueno de la exposición de Dujovne fue en todo caso que el dólar contuvo al cabo de esa jornada su escalada, producto de las decisiones anunciadas por Hacienda y las medidas extremas adoptadas por Federico Sturzenegger, que para muchos retomó el viernes el timón que había perdido el 28 de diciembre pasado. Ese día en el que se anunció la modificación de las metas de inflación fue tomado como una capitulación del Banco Central y muchos hoy sostienen que lo dispuesto entonces fue la causa del desborde inflacionario y hasta la corrida de estos días. Es materia opinable.
Lo cierto es que el titular del BCRA parece haber sobreactuado ahora el incremento de las tasas. En la emergencia, las voces críticas por semejante medida se moderaron, aunque el titular de la UIA, Miguel Acevedo, fue claro al advertir que “esto va a afectar” y que si se extienden perjudicarán gravemente al sector productivo. “Creemos que las tasas pueden volver a bajar rápidamente y así encarrilarse de nuevo”, se esperanzó.
La economía no funciona con una tasa del 40%. Si persiste, la reactivación económica será cosa del pasado.
Lo que el viernes se anunció fue un ajuste. Lo dispuso el ministro Dujovne, al anunciar el achicamiento del gasto público, como señal al mercado. Y esa reducción da de lleno en uno de los elementos considerados clave -sino el principal- para Mauricio Macri. “Nos duele tocar el presupuesto de la obra pública, pero entendemos en este contexto que necesitamos acelerar el camino hacia la convergencia fiscal”, señaló Dujovne.
Macri ha dicho que espera ser evaluado por la reducción de la pobreza. Pero en realidad siempre se ilusionó con ser recordado por las obras de su gobierno. Al anunciar una reducción de 30 mil millones de pesos destinados a obra pública, acaba de ceder esa bandera. Pasa que la reducción de gastos en modo “gradual” no ofrece demasiados lugares donde cercenar. Como ya hemos dicho aquí, el 52% del gasto está destinado a prestaciones sociales (45% jubilaciones y pensiones y 7% a asignaciones y otros programas), y un 17% va a gastos de funcionamiento del Estado y salarios. Las transferencias a las provincias suman un 2%, y los pagos de intereses de deuda son un 9%. Los subsidios económicos representan un 7% del Presupuesto, un punto menos que en 2017. Se entiende por qué el gobierno eligió la reducción de subsidios para bajar el déficit. Ahora tendrá que tocar también la obra pública; no hay mucho más de donde cortar y que mueva el amperímetro.
El gradualismo dio el viernes un paso al costado. La esperanza es que en 2019, año electoral, se pueda volver a esa senda. Se verá en el Presupuesto que presente el Ejecutivo, y según las modificaciones que se hagan en este Parlamento cada vez más inasible para el gobierno.
En ese Congreso le espera a Cambiemos un nuevo round por tarifas este miércoles. El oficialismo desafió a sus adversarios al convocar a sesión especial sin incluir el tema tarifas, pero la oposición reaccionó pidiendo su propia sesión, en la que concedió tratar el postergado proyecto de Financiamiento Productivo. Se espera que la tercera sea la vencida y esta semana sí se apruebe esa iniciativa que reforma el Mercado de Capitales y que tan bien hubiera venido en esta coyuntura. Luego del temario pedido por el oficialismo, será el turno de la oposición para reunir el quórum que permita debatir tarifas.
El gobierno no pierde las esperanzas de que “se imponga la racionalidad” y el proyecto no avance. Logró meter una cuña con gobernadores que se pronunciaron en contra, pero la mayoría de sus diputados están alineados de manera activa con el proyecto de Argentina Federal y el massismo. Y otros directamente no tienen diputados, como el rionegrino Alberto Weretilneck, o apenas uno, como el neuquino Omar Gutiérrez.
Efecto del paso al costado anticipado por Emilio Monzó, hoy los diputados del oficialismo no están haciendo nada en la negociación con la oposición; el tema se maneja directamente en la Casa de Gobierno y con los gobernadores. Apuestan a que la reducción del IVA que dispone el proyecto opositor sea determinante para inclinar la balanza. No es para menos: un informe elaborado por asesores del bloque radical muestra que el impacto en las cuentas provinciales por la caída en la recaudación del impuesto alcanzaría un total de $ 25.500 millones ($ 11.900 millones en 2018 y $ 13.600 en 2019).
Atentos a eso, los impulsores de la Emergencia Tarifaria estarían dispuestos a eliminar ese artículo, para garantizarse que los gobernadores no tengan excusas y que el Senado lo avale. Si no hay otro remedio -y no lo habrá-, el veto sobrevendrá.