Un recorrido por la ciudad muestra que los marplatenses en bloque se disponen a fijar sus propias reglas. ¿Cuánto de peligroso tiene este estado anómico?, ¿qué cuota de responsabilidad le cabe a cada uno en la cuestión?.
Lo que ocurre por estas horas en Mar del Plata tiene orígenes remotos, cercanos y traumáticos.
Entre los primeros, los remotos, puede encontrarse un estado de debilidad crónica de nuestra economía y ese vivir colgado de la línea de flotación que ya era una realidad mucho antes de desatarse la pandemia que puso en jaque al mundo y que, un año después, comienza a dejar en claro porque los ricos son ricos y los pobres son pobres. Los países bien administrados están dejando atrás fantasmas y restricciones y los gobernados por el populismo, la corrupción y la incultura se debaten sin saber como conseguir vacunas mientras oscilan entre cierres salvajes y permisividades demagógicas que convierten la curva del drama en sube y baja de contagios y muertes.
Y todo en un combo que además pone en evidencia que hay naciones pobres por cuestiones climáticas, otras que lo son por la dominación salvaje de potencias coloniales y también las que padecen esa realidad por los malos gobiernos que muchas veces se sostienen en el apoyo de una sociedad afecta a reclamar derechos por doquier sin atender tan solo a una de las obligaciones que como comunidad organizada le corresponden.
En lo que tiene que ver con las causas cercanas de esta anomia social es evidente que las marchas y contramarchas del gobierno, la pérdida de credibilidad de la palabra presidencial, la sensación de que todo lo que se informa es mentira y los casos de corrupción que se multiplican detrás de una casta privilegiada que accede a las vacunas rompiendo todo orden de prioridades que no sea su cercanía al poder o su militancia, han ido mellando la confianza pública y alejando a la gente de cualquier realidad que no sea la que interpreta con su propia mirada.
Las promesas incumplidas en cuanto a los tiempos de vacunación, las marchas y contramarchas en lo referido a la llegada de nuevas dosis y las pretensiones épicas de lo que tan solo debió ser un eficiente proceso sanitario, han sumado en estos meses un hartazgo social que mucho tiene que ver con lo que observamos por estas horas.
Y aquí hacen su ingreso los orígenes traumáticos de la rebelión silenciosa…
Porque es traumático enfermarse, lo es que le pase a alguien cercano, lo es la muerte de un ser querido o de algún conocido, lo son las cifras diarias de nuevos casos, lo es esperar una citación al vacunatorio que se demora meses, pero también lo es perder todo lo logrado con el trabajo, no poder sostener las necesidades básicas de la familia, ver a los suyos encerrados y aislados mientras quienes viven del estado ganan las calles sin cuidado alguno y además consiguen lo que buscan. Es traumático, en definitiva, padecer en forma tan nítida el disvalor que en la Argentina representa ser un ciudadano cumplidor de las leyes y las responsabilidades sociales.
Y por último, pero no menos importante como disparador, es traumático observar que se toman decisiones sobre Mar del Plata con el único objetivo de complicar su gobernabilidad y con la mezquina especulación de pretender que el enojo de la gente va a depositar su voto en las manos del Frente de Todos.
¿Hay que decidir en base a un censo al que le faltan por lo menos 180.000 marplatenses?, lo hacemos…
¿Hay que enviar un porcentaje de vacunas menor al que le corresponde a General Pueyrredón por su cantidad de habitantes?, lo hacemos…
¿Hay que demorar, trabar, torcer, debilitar toda legislación que desde el Concejo quiera votarse para asistir a la gente?, lo hacemos…
¿Cómo se pretende entonces que en un contexto semejante la gente confíe en lo que lo ordenan hacer las autoridades nacionales y provinciales y acate las restricciones que imponen?.
Mar del Plata inicia hoy una rebelión pacífica y extendida cuyo campo de batalla es la normalidad. Pero también la necesidad…y también el hartazgo.
Y que ojalá no quiera ser forzadamente interrumpida por algún cultor de las miserias políticas que nos llevaron a estar como estamos. Porque podría ser la mecha que anticipe el estallido…