¿Se acuerda los tres casilleros del mítico juego que apasionó a los argentinos?. L (local), E (empate), V (visitante). La carrera hacia la intendencia parece recrear aquellas estrategias para ganar.
Fernanda Raverta y Guillermo Montenegro llenan sus casilleros con la V de visitante. Dependen fundamentalmente del derrame de votos que puedan conseguir de sus referentes provinciales y nacionales.
El techo de ambos es el de Macri-Vidal y Fernández-Kicillof y, aunque ambos descuentan que quedarán muy lejos de alcanzarlo, mantienen la esperanza de acercarse lo más posible y, en esa diferencia, lograr los votos necesarios para quedarse con el premio mayor.
Claro que en el camino deben vencer no pocos inconvenientes. Raverta haciéndose cargo de algunas patinadas verbales dentro y fuera de su entorno, como cuando su candidata a concejal Sol de la Torre, integrante de Patria Grande, salió a defender la propuesta de reforma agraria de Juan Grabois con expropiaciones incluidas, o cuando una pregunta inoportuna -en un reportaje contratado pero ciertamente desprolijo- la obliga a rescatar la figura de Amado Boudou como la de alguien al que según la mirada de la candidata Mar del Plata le debe mucho.
O Montenegro tragando bilis cada vez que observa que las cercanías de Macri le restan dos o tres puntos en las mediciones semanales que realiza su equipo, como ocurrió con la visita presidencial para la inauguración de las obras del aeropuerto o cuando la marcha atrás en el congelamiento de los combustibles. Cada tropezón del poder central es un gol en contra para el referente local.
Carlos Fernando Arroyo llena de cruces la casilla con la L de local. Sin apoyos centrales, con una gestión deshilachada y en la picota, Zorro Uno apuesta todas sus cartas a mostrar la cara del orgullo marplatense, indómito frente a todo poder y cultor de un ceño fruncido que transmita la gravedad de esta lucha libertaria. Claro que es una guerra de guerrillas sin destino y que además parece no estar hoy entre las prioridades del electorado.
Pero toda sociedad tiene un porcentaje de emergentes de estos estados de ánimo y a ellos apuesta el jefe comunal para, al menos, no desaparecer.
Gustavo Pulti es el único que utiliza aquella prerrogativa del Prode que era llamada «la doble»: un partido a elección del apostador en la que se podían llenar dos casilleros; y elige obviamente por el Local, pero mira de reojo -y con mucho entusiasmo- el marcado con la E de empate.
Si algo preocupa en los campamentos rivales, pero especialmente en el de Fernanda Raverta, es que mientras el ex intendente parte de un piso más bajo -no tiene un arrastre nacional propio, ya que su partido es una opción vecinal- pareciera no tener la limitación del techo que afecta a sus adversarios. Si acierta en la estrategia y perfora con su mensaje las dudas del electorado, tiene por delante un crecimiento que puede ser determinante.
Gana en experiencia, ha demostrado capacidad de negociación con los poderes centrales y más allá de las promesas tiene en la calle obras concretas para mostrar. Además no lo afectan ni presencias ni dichos de terceros…
Y la cruz en el casillero del empate tiene que ver con su confianza en un escenario que hoy los números no muestran como imposible: si se acerca a Raverta habrá una opción polarizada para que elijan peronistas, independientes y radicales enojados con Cambiemos para gobernar Mar del Plata. Y ahí Pulti cree que se abrirá una brecha por la que entren, sobre todo, los que miran con desconfianza algunas posturas y compañías de la dirigente de La Cámpora.
Pero…como ocurría con aquel Prode de antaño, todo depende de que los partidos terminen con los resultados esperados y para ello es necesario que cada participante elija una estrategia adecuada y sepa definir a medida que se acerca al área rival.
Y en eso están todos hoy…