Todos hemos perdido en esta pandemia amigos o familiares a los que ni siquiera hemos podido despedir. Todos hemos escuchado el doloroso relato de aquellos que, sin poder apretar la mano de un ser querido, lo vieron alejarse en una ambulancia y lo recibieron, convertido en cenizas, dentro de un sobre con su nombre.
Desde un principio nos dijeron que eso debía ser así para evitar cualquier riesgo de contagio.
Nos insistieron que estos desgarros eran el precio a pagar para preservar nuestra vida y la de los demás, y lo hicieron sin siquiera prepararnos para un adiós tan traumático y para el dolor de imaginar al ser querido muriendo en la soledad de una habitación de hospital sin una cara conocida a la vista.
Pero además nos aislaron, nos gritaron que cualquier contacto con un semejante era poco menos que un delito, nos encerraron en nuestras casas, nos abandonaron lejos de las fronteras de la patria y nos comunicaron que al regresar a nuestro país debíamos quedar guardados en hoteles que el estado disponía para tal efecto.
Mientras tanto Ginés paseo su desaliñada figura, compartiendo copas y saliva, por tascas y bares de España…
Massa volvió de Estados Unidos y al día siguiente ya estaba encabezando un acto en el Gran Buenos Aires…
Alberto se abrazaba , sin barbijo ni cuidado, con Hugo Moyano, con Evo Morales, con dirigentes y simpatizantes en cualquier lugar del país, con quien quisiese y donde quisiese…
Y Cristina visitó a la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza en la lujosa clínica en la que estaba internada -otra constante de los gobernantes argentinos- para fotografiarse amuchada con la paciente y sus médicos…
Mensaje recibido: la Argentina es un país para unos pocos y en ella las obligaciones solo deben cumplirlas aquellos que no integran la nomenklatura del poder político.
Y si no lo sabías, ahora lo sabés. ¡¡¡Pa’que aprendas!!!