En los primeros años de retorno a la democracia el narcomenudeo de la mano de la corrupción policial, judicial y política instaló zonas protegidas que fueron base del criminal negocio.
El rápido crecimiento del narcotráfico en Mar del Plata tuvo en zonas liberadas para la prostitución -entre las que el barrio de La Perla era líder y emblema- los lugares protegidos por las cúpulas policiales y la justicia de la época.
«Trabajamos un día para el Comando, otro para la Unidad Regional, otro para la comisaría 1era, otro para la Brigada de Investigaciones y otro para Narcotráfico» se quejaban ante el director de este portal -por entonces el único programa de radio que se dedicaba a tratar un tema que para los otros medios era tabú- un grupo de prostitutas callejeras que contaban también de las violencias físicas y vejaciones que sufrían si no llegaban a cubrir la cuota que les era exigida.
La jefatura policial cubriendo siempre la parte operativa del negocio
Y todas ellas, sin excepción, debían ejercer el narcomenudeo con mercadería provista por la misma fuerza policial, cuyos jefes al ser inquiridos acerca de semejante comportamiento se limitaban a contestar «hay que recaudar para arriba, para la política».
Las constantes denuncias, algunos hechos de violencia muy recordados contra nuestro medio y posteriormente la alarmante aparición del aún hoy anónimo «Loco de la Ruta», pusieron en alerta a jueces y fiscales hasta entonces reacios a tomar cartas en el asunto y obligaron a la jefatura policial provincial a enviar a conducir el área de lucha contra el narcotráfico a verdaderos profesionales como el Crio. Hermes Acuña, tan claro a la hora de actuar como al momento de hacer docencia y/o sancionar al personal que no tuviese claras respuestas ante opacas acciones, y desde entonces aquella histórica zona liberada del centro local fue quedando como territorio exclusivo de travestis -que aún en el mismo negocios y con la misma metodología preservaban un poco mejor la tranquilidad del entorno, tal vez ayudados por el interés de sus clientes en no verse involucrados en escándalos públicos- aunque la actividad fue también corriéndose de espacio físico hasta instalarse en las inmediaciones de Luro y Champagnat en donde creció hasta la desmesura y terminó siendo tierra de nadie, siempre bien custodiada por la complicidad policial, que culminó en recientes escándalos, protestas públicas, reyertas y heridos.
Los tribunales locales siempre mirando hacia el costado cuando de narcomenudeo se trata
Siempre con la droga como fundo, la corrupción como sostén y la inopia política como protagonista de una desvergüenza que ya lleva cuatro décadas de presencia estable en nuestra ciudad.
Solo algún proyecto de trasladar el circo de tales miserias a una zona en la que se desarrolla una fuerte actividad deportiva -lo que parecería en principio un contrasentido- presentada por inspiración de un concejal sin la mínima noción de la gravedad de los hechos que aquí se tratan, devolvió al centro de la mirada pública un drama moral, sanitario y de seguridad que siempre estuvo vivo pese a complicidades e indiferencias. Pobre propuesta que tuvo al menos el valor de ser un disparador…
Y como ese disparador puso por fin la cuestión en la órbita de los medios, los organizadores del negocio -incluida la policía provincial- debieron salir a buscar refugio seguro para sus trapisondas. Y no tuvieron mejor idea que copiar los mecanismos de aquellos ajetreados años 80 en los que, como decíamos más arriba, escándalos, violencias y algunos cambios que a la postre no fueron sostenidos por el poder político, los alejó de La Perla y durante un par de años los llevó a abroquelarse en la más segura de las zonas para no ser molestados: las inmediaciones de la sede central de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, los tribunales y la Policía Federal.
Casi como un «vuelvo vencido a la casita de mis viejos» que por estas horas vuelve a detectarse de manera cristalina.
La Policía Federal cierra el triángulo de la nueva-vieja impunidad
Hoy en ese Triángulo de las Bermudas de la impunidad puede advertirse una actividad similar a la de la vieja Zona Roja sobre las manzanas comprendidas por las calles Almirante Brown, Gascón, Las Heras y Tucumán donde supo observarse hasta bien entrados los 90 un centro de venta de drogas, prostitución callejera, hoteles por hora camuflados en albergues y pensiones y una notoria proliferación de whiskerias y negocios afines.
Así, mientras se prepara una nueva zona roja que permita la continuidad de un negocio millonario que beneficie a políticos, policías, funcionarios judiciales y proxenetas al inadmisible costo de la peor explotación humana, los muchachos buscan el resguardo cercano de sus poderes e impudicias para esperar sin temor alguno el momento de pegar un nuevo zarpazo.
Y poco parece importarles que ya hayan sido descubiertos: el pudor nunca fue parte de una organización que otorga estabilidad vitalicia a los jueces y rápidos traslados a los funcionarios policiales que son descubiertos haciendo de las suyas y se escudan en aquello de «recaudar para arriba».
Un «arriba» que nunca tiene nombre y apellido y que, por supuesto, cubre a todos para salvarse a si mismo…
Por Adrián Freijo –
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