La titular de la ANSES, cuestionada por el cristinismo y aferrada a la figura del presidente, ve como se le complica el futuro político y busca volver al centro de la escena.
De ser la posible carta ganadora del peronismo en General Pueyrredón, Fernanda Raverta pasó a convertirse en una dirigente cuestionada, con su principal apoyo seriamente debilitado y, como tantos otros hombres y mujeres de su espacio, aprisionada por una interna salvaje que ya nadie quiere ni puede disimular.
Su posicionamiento cerca de Alberto Fernández le valió la desconfianza del cristinismo más duro que además la acusa de excesiva tibieza a la hora de defender la complicada situación judicial de la ex presidente. La propia Cristina Fernández no disimula por estas horas su molestia con quien hasta ayer nomás aparecía como de su propio y más cercano equipo: «parece que Fernanda se olvidó de quien la puso donde está» se le escuchó decir a la viuda de Kirchner la noche del debate por la IVE en el Senado.
Claro que también aparecen errores propios que comienzan a pasarle factura. Las constantes denuncias por maltrato y discriminación que se multiplican en las oficinas de la ANSES -siendo Mar del Plata uno de los lugares donde se producen mayoritariamente esos abusos- tiene al organismo en una tensión constante y ya son muchos los empleados que hablan de «comisariatos políticos» muy al estilo de los regímenes autoritarios que supieron florecer en el mundo en tiempos que los seguidores de Raverta parecen no entender que ya han quedado atrás. Un tema doblemente delicado si tenemos en cuenta que quien comanda la organización local es nada menos que el propio esposo de la titular.
Pero tampoco cierra a los conductores de La Cámpora la forma en que Fernanda ha conducido a su tropa en el siempre complicado terreno de la política. La actitud de constante entorpecimiento de los concejales del Frente de Todos -que las encuestas ubican con un muy fuerte índice de rechazo por parte de la población- y el desmadre confrontativo de las organizaciones sociales propias, algunas de las cuales tienen representantes sentados en el propio Concejo, son criticadas por los propios al mismo tiempo que rechazadas por el conjunto de la sociedad. «No es la manera de acercarse a la gente» sostienen en la cercanía de la máxima conducción partidaria, «confrontar sin explicar, obstruir como única estrategia y atacar todo el tiempo a una administración que aún cuenta con un elevado índice de apoyo de la sociedad no solo es inútil sino que además es una estupidez» afirman.
En las próximas horas Raverta aparecerá junto a Alberto Fernández en un acto en el que se presentará oficialmente el nuevo sistema de actualización de las jubilaciones. ¿Era necesario hacerlo en Mar del Plata, cuya población reconoce un 22% de pasivos que en su gran mayoría están furiosos por lo que consideran un ataque más a sus derechos?.
Seguramente no, pero la necesidad pasa por mostrar un apoyo presidencial que sirva para mitigar las muestras de frialdad y enojo de quienes hasta ayer eran las fuentes en las que ella solía abrevar.
Tampoco ayudaron mucho sus declaraciones a la prensa local, en un inocultable intento de retomar el perdido centro de la escena.
«Nuestra fuerza política conduce las delegaciones provinciales y nacionales en Mar del Plata. Desde Anses, 118 mil desempleados tuvieron la oportunidad de cobrar el IFE, 48.600 el ATP y eso implicó una erogación presupuestaria enorme» sostuvo la funcionaria, siguiendo el discurso del gobierno nacional para mostrar el protagonismo durante la pandemia.
Frente a los cuestionamiento acerca del ajuste a las jubilaciones Raverta negó que fuese tal y recordó que el nuevo sistema de cálculo ya estuvo vigente durante el gobierno de Cristina y que con él se lograba que «más del 70% de los jubilados no sólo le ganen a la inflación sino que tengan un aumento superior al de la población de activos» lo que ya ha quedado desmentido por la propia realidad de los números que aporta el INDEC.
Intentando justificar la medida sostuvo que «la política de ingresos es solo una parte de la recomposición a los jubilados y es parte de una política integral» citando como parte de la misma «congelar las tarifas de servicios públicos, suspender el pago de las cuotas de los créditos ANSES, más los 170 medicamentos gratis de los jubilados del PAMI que en promedio son 3.200 pesos por mes» olvidando decir que estas medidas ya no están vigentes -por lo que en última instancia fueron solo un paliativo pero de ninguna manera parte de una política integral y permanente- y que en cuanto a los medicamentos ya más del 70% de la clase pasiva, que es la que cobra la mínima, ya los tenía gratis aún durante el gobierno de Macri. Lo que hace que los 3.200 pesos por mes que ella afirma se conviertan en algo menos de 600.
Tal vez sabiendo el rechazo que iban a despertar sus afirmaciones, por cierto lejanas a la realidad de los hechos, Raverta abrió el paraguas adelantando que «siempre está la posibilidad de, por decreto, dar un aumento».
No fue menos imaginativa cuando de hablar de la política local se trató. Refiriéndose al gobierno de Montenegro sostuvo que «le costó arrancar. Desde nuestro lugar estamos apoyando y haciendo todo lo que tenemos que hacer para con los vecinos, sabiendo que somos una fuerza política que tiene otro modelo de gestión, otras propuestas, pero que estamos para ayudar«. Poco que ver con la política de constante obstrucción que llevaron adelante los concejales que responden a su conducción y que frenaron, o intentaron hacerlo, todas las iniciativa presentadas desde el Ejecutivo local.
Muchas explicaciones, poca claridad y ningún contacto con la realidad. Salvo con la que indica que los cuestionamientos a su figura y a su conducción son cada vez más profundos y que mucho deberá remar para no forzar una nueva y estrepitosa derrota del peronismo en el distrito.
Algo que hoy, de su mano y la de sus espadas, parece asomar a la vuelta de la esquina…