La explosión de un camión cisterna de gasolina que dejó al menos 45 muertes desnudó un problemática que se repite en todo el país: la pobreza extrema en la que viven muchas poblaciones en los costados de las grandes vías de transporte, que son su medio principal de sustento y foco de cultivo de profundos conflictos sociales
Eran las 7:30 de la mañana del lunes 6 de julio cuando Irene Paola Carranza escuchó a sus hermanos y a su hijo entrar a la casa en busca de unos baldes. Ella preparaba el desayuno, ellos iban para la carretera, un camión cisterna se acababa de volcar a la altura del kilómetro 47 en la vía que conecta Barranquilla con Santa Marta, dos de las principales ciudades del Caribe colombiano, y estaba derramando gasolina, una oportunidad de oro para ganarse unos cuantos pesos vendiendo lo que alcanzaran a recolectar.
Allí, al costado de la vía, se encuentra Tasajera, un pequeño corregimiento de pescadores olvidado por el Estado colombiano que pertenece al municipio de Puebloviejo en el Magdalena, uno de los lugares más pobres de todo el país.
Esa mañana fueron muchos los que se acercaron al camión cisterna a ver que podían pescar: gasolina, llantas, la batería del camión, no importaba el peligro o el hecho de que eso que estaban tomando no fuera suyo.
La tragedia estaba servida, la gasolina chorreaba por el piso, los pocos policías que había en el lugar estaban impotentes ante la turba, el conductor del camión huía mientras que una de las personas trataba de desconectar la batería del motor. De pronto una chispa prendió todo en llamas, fue cuestión de segundos.
En las desgarradoras imágenes que varios curiosos lograron captar con sus celulares, y que rápidamente se esparcieron por las redes sociales y los medios de comunicación colombianos, se percibe el cambio entre el alboroto durante el saqueo al camión y el bullicio desolador de los quemados, y de los propios curiosos que mientras grababan corrían buscando un lugar seguro.
El saldo que dejó la explosión de ese lunes fue de 7 muertos y más de 40 heridos, a la fecha son 45 las víctimas fatales de la tragedia en Tasajera, un hecho que conmocionó al país entero y abrió una conversación nacional sobre la pobreza extrema en la que viven muchas comunidades asentadas al costado de las principales vías del país, las cuales han tenido en ellas una fuente de desarrollo, pero también han sido epicentro de conflicto social y armado.
La importancia de la carretera
Entre las décadas del 70 y el 80 la dirigencia colombiana decidió acabar con la red de ferrocarriles del país para concentrarse en la conectividad por medio de las carreteras, durante estas décadas y al tiempo que crecía el énfasis en la infraestructura vial, Colombia también redujo a su mínima expresión el uso del transporte fluvial.
Así la carretera se volvió el principal y casi exclusivo medio de transporte en el país, tanto para conectar a los habitantes de las distintas regiones, como para movilizar la carga de comercio y bienes por todo el territorio nacional.
Según cifras de la ADI y Fenalco -agremiaciones de industriales y comerciantes respectivamente- por lo menos un 90% de la carga en Colombia (210 millones de toneladas) se transporta por carretera, cifra que este año y a causa de la pandemia del Covid-19 ha decrecido hasta el punto de que hasta junio sólo se han transportado 50,72 toneladas, menos de la mitad de las 118.24 toneladas del mismo período el año pasado.
Este no es un dato menor, ya que como explica Luis Fernando Trejos, doctor en Estudios Americanos y experto en temas de conflicto, en muchos lugares de Colombia la economía gravita en torno a la carretera, ya sea de manera legal o ilegal.
Al contraerse la economía y golpear al sector del transporte, disminuyen los viajes (reducidos en un 12% con respecto a 2019), el tránsito de ciudadanos por las carreteras y por lo tanto la fuente de ingreso de muchas comunidades dedicadas al comercio y la prestación de servicios como restaurantes, hoteles, talleres, llanterías y ventas informales.
El túnel de la línea es una obra de infraestructura vial que ha visto pasar 29 presidentes desde que fue anunciada y todavía no ha sido inaugurado.
Esto precariza la situación de pobreza o de necesidades básicas insatisfechas de quienes viven al costado de las vías. “Mucha gente que se rebusca en la carretera están en un momento muy difícil pues el tráfico vehicular es mínimo”, dice Trejos.
“Los municipios rurales en Colombia tienden a tener el doble de necesidades básicas insatisfechas que los territorios urbanos, eso se debe a que la oferta institucional es muy débil en lo rural y se concentra en los centros urbanos que es donde habita más ciudadanía”, agrega.
Además, resalta que esta situación contribuye a exacerbar una tradición de vieja data en el país como es el “uso de las carreteras nacionales como un medio eficaz para reclamar la valides de los derechos de las comunidades que viven en pobreza o el reclamo por la prestación de algún servicio”.
En plata blanca, ante la falta de un servicio público, como la luz o el agua, o la precariedad de la salud o la educación, la comunidad bloquea la vía como forma de llamar la atención del Gobierno y reclamar sus derechos.
“Las vías de hecho en las carreteras siguen siendo un mecanismo muy efectivo para reclamar derechos, y es por las mismas razones por las que la guerrilla las usaba en los 80 y 90 para hacerse sentir con bloqueos y secuestros masivos, así como actualmente grupos como el ELN o el Clan del Golfo las usan para sus paros armados. Bloquear el comercio y el transporte de carga llama la atención del Estado”, precisa el experto.
Un caso que sirve como ejemplo ocurrió el pasado 10 de julio en la vía que conecta Cartagena con Barranquilla, cerca de los corregimientos de Arroyo e Piedra y Arroyo Grande, cuando se volcó un camión que transportaba pescado y la comunidad se apresuró a saquearlo logrando llevarse unos 950 kilos de la mercancía ante la impotente mirada del conductor cuyas lágrimas conmovieron al país.
“Esos corregimientos viven del comercio alrededor de la carretera, en la zona suele haber muchos bloqueos, pero el saqueo no es tan reiterado como en Tasajera. No tienen una tradición de depredación de mercancías”, dice Trejos, quien resalta que existen “factores condicionantes que sirven como barreras o incentivos para delinquir, uno de ellos se da cuando la economía se contrae”.
Lo paradójico es que pese a su gran importancia para la economía y el desarrollo del país, Colombia cuenta con una de las redes viales más precarias del continente. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, en un ranking de 140 países Colombia ocupa el puesto 97 en conectividad de carreteras, y el 102 en calidad de carreteras.
En Latinoamérica Colombia está de 13 entre 18 países de los rankeados en conectividad (México es el primero) y de 12 en calidad de carreteras (Chile es el primero).
Esto explica en parte la alta accidentalidad en las vías nacionales, que además destacan por sonados casos de corrupción como las otorgadas en concesión en medio de los sobornos de Odebrecht (Ruta del Sol), o notables casos de carreteras interminables como el Túnel de la Línea – con el que se pretende franquear la Cordillera Central de Los Andes- que ha visto pasar a 29 presidentes y en la que se ha invertido más de 2 billones de pesos (USD 541 millones aproximadamente) pero aún no se ha inaugurado; o la Vía al Llano que conecta Bogotá con Villavicencio (Meta) en la que se han invertido cerca de 10 billones (USD 2.706 millones aproximadamente) de pesos y constantemente es cerrada por derrumbes en su trayecto.
La Vía al Llano es una de las principales carreteras del país en materia de conectividad e inversión y constantemente es víctima de derrumbes que ocasionan su cierre.
Tasajera, la tragedia antes de la tragedia.
“Los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen”, con estas palabras el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos remata su crónica sobre la masacre paramilitar en El Salado, las cuales fueron retomadas por su propio autor para enmarcar lo sucedido en Tasajera, un lugar que se volvió parte de la conversación nacional a fuerza de la muerte y el horror.
En esta comunidad se mezclan todos los factores presentes en los lugares pobres o abandonados por el Estado en Colombia. Allí hay falencias de servicios públicos, no hay agua o alcantarillado, la luz se presta de manera intermitente con constantes cortes o fallas, no hay medios económicos estables para la subsistencia de sus habitantes quienes viven en situación de pobreza extrema, rodeados de basuras y a la merced de las inundaciones en la época de lluvias.
En época de lluvia las basuras son usadas para subir el nivel de las viviendas pues las aguas inundan el lugar. (@amroldarn)
Pero este lugar, que hoy podría considerarse la meca de la miseria en Colombia, no siempre fue el epicentro de tantas necesidades como lo es hoy, por el contrario, Tasajera tiene un pasado próspero que lo catapultó durante los 60 y 70 como uno de los municipios más desarrollados del país, en el que se crearon las primeras asociaciones pesqueras de Colombia que tenían línea directa con los legisladores del Congreso de la República y ayudaron a moldear las primeras leyes de protección a la actividad piscícola, además de establecer importaciones de ostras a los Estados Unidos, el principal recurso pesquero durante esos años.
El declive del pueblo empezó con la construcción de la Troncal del Caribe a principios de los años 80, la carretera que divide en dos Tasajera y que paradójicamente es a la vez la causa de su miseria y su actual fuente principal de ingresos.
La carretera frenó varias conexiones de la Ciénaga Grande de Santa Marta con el Mar Caribe, lo que creaba una zona de mangles ricos en peces, aves, y todo tipo de flora silvestre, un ecosistema que se vio seriamente deteriorado por la construcción de la vía, que por otro lado era muy necesaria para conectar la región Caribe con el interior del país.
En Tasajera las personas viven en medio de las basuras pues no hay servicio de alcantarillado ni recolección de residuos. (Foto: Roger Urieles)
Las cifras del deterioro son claras, mientras en 1967, la época dorada de Tasajera se registraban 27 mil toneladas al año de pesca, la cual incluía no solo peces, sino moluscos y crustáceos, con la ostra como principal producto de exportación; en 1987, su época más crítica se registraban apenas 1.785 toneladas, es decir, una reducción de casi el 90% en 20 años.
A esta situación se le sumó la violencia armada, que en hacia finales de los 80, empezó a sentirse fuertemente en la región con la incursión primero de las guerrillas como las FARC y el ELN y luego el asedio paramilitar de los 90 y principios del 2000.
Masacres como la mencionada del Salao, en los Montes de María, pero otras más cercanas a los pueblos palafíticos del Magdalena Grande como la de Nueva Venecia, o la de Trojas de Cataca perpetradas por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) dejaron miles de desplazados -solo en Nueva Venecia fueron 3.500- que terminaron refugiándose en los círculos de miseria de los pueblos asentados al lado de la carretera, como Ciénaga, Puebloviejo y Tasajera.
Una vivienda de Tasajera, uno de los lugares con mayor índice de pobreza extrema en Colombia. Foto: Roger Urieles
“Muchos de los que hoy vienen en Tasajera y murieron en el accidente del camión cisterna son segunda y tercera generación de victimas de las masacres paramilitares a los pueblos palafíticos”, afirma el profesor Trejos.
Esta incursión paramilitar no solo se manifestó con muertes y desplazamientos, sino con control territorial y alianzas con los terratenientes de la región, el desvío de las aguas de la Ciénaga, la construcción de diques, la proliferación de cultivos agrarios y el uso de químicos en ellos, la extensión de la ganadería y otros factores que contribuyeron a que poco a poco la pesca, principal actividad económica del pueblo, mermara hasta el punto de que hoy en día es insostenible.
“Muchos pescadores de Tasajera ya no pescan en la ciénaga sino en la carretera, es decir, hoy los vehículos automotores, especialmente los de carga son los peces, que proveen sustento”, resalta el experto.
Habitantes de Tasajera saqueando la gasolina del caminón cisterna accidentado en la Troncal del Caribe, carretera que pasa enfrente del pueblo.
Esta situación no parece mejorar, a la larga lista de males de Tasajera se suma el avance del Covid-19, una pandemia que obliga a las personas a estar encerradas en sus casas para evitar contagios, pero en un pueblo anfibio, cuya vida transcurre entre la tierra y el agua, cuyas casas en gran parte están hechas de palo o de madera, el aislamiento no es una opción, y con la carretera sirviendo de fuente informal de ingreso los brotes de coronavirus tienen terrero fértil para proliferar.
La foto se torna peor, de los heridos en el accidente del camión cisterna, por lo menos 10 han dado positivos por Covid-19, la mayoría de ellos remitidos a Bogotá o a los hospitales del Atlántico, pues en el Magdaleno no hay hospitales con unidades de quemados.
Personal médico de Bogotá recibiendo a pacientes heridos con graves quemaduras producto de la explosión del camión cisterna en Tasajera que fueron transportados por la Fuerza Aérea Colombiana.
Los días avanzan y siguen confirmando muertos o contagios mientras que las historias sobre el pueblo encontraron un espacio en los medios y la agenda nacional, siempre en clave de tragedia, o recalcando los hechos ocurridos ese 6 de julio, como la conocida el 23 de julio sobre otro camión volcado en la vía que esta vez no fue saqueado por los habitantes de Tasajera, como una señal de que habían “aprendido la lección” y corregidos los actos que precipitaron la explosión que se llorará por años en el lugar.
Mientras, la carretera sigue siendo el epicentro de los reclamos y bloquearla la única manera de hacerse sentir. Allí, hace tan solo cuatro días, los pobladores se volvieron a tomar la Troncal del Caribe, reclamando que Medicina Legal no les había entregado los cuerpos de sus familiares y amigos fallecidos.
Una historia de nunca acabar.
FUENTE : INFOBAW
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Han transcurrido dos semanas desde la última vez que se vio a Emmanuel Soria, de 34 años, y Maximiliano Ludvik, de 29, los dos marplatenses desaparecidos el pasado 27 de agosto cuando se adentraron en el mar, en la costa de Málaga, para practicar paddle surf mientras tomaban un mate. Como marca el protocolo de actuación, Salvamento Marítimo no reanudó este lunes la búsqueda activa con sus medios y ahora sólo emite avisos periódicos a las embarcaciones que navegan por el Mar de Alborán.
“Pedimos directamente al Gobierno que reactive la búsqueda. No pararemos hasta que nos den una respuesta, ya sea que los encuentran vivos o sus cadáveres”, afirma en declaraciones a Infobae España Nacho Soria, hermano de Emmanuel. Relató que Salvamento Marítimo se comunicó con las familias para informarles de que finalizaban los trabajos de rastreo activo de los dos desaparecidos. “No vamos a permitir que se deje de trabajar sin que hayan encontrado nada”, asegura.
Ante la paralización de la búsqueda por parte de Salvamento Marítimo, los familiares de Emma y Maxi están tratando de ponerse en contacto con el multimillonario filántropo Enrique Pyñeiro, nacido en Italia y nacionalizado argentino. Este polifacético personaje se ha embarcado en numerosas causas sociales, entre ellas la de la ONG Open Arms, a quien donó un buque para rescatar a refugiados en aguas del Mediterráneo. Además, posee un avión modelo Boeing 787 que también ha puesto a disposición de otras causas.
Las familias de los desaparecidos han organizado varias concentraciones en Málaga para reclamar que se no se detenga la búsqueda por mar y aire hasta encontrar a sus seres queridos. Su última demanda había sido que se aprovechara un festival internacional aéreo celebrado el pasado fin de semana en la provincia para buscar desde el aire alguna pista sobre el paradero Emmanuel y Maximiliano.
También han lanzado una campaña de recaudación para sufragar el desplazamiento y la estancia en España de los familiares residentes en Argentina, así como la impresión de carteles y otros gastos. Tras recaudar unos 6.000 euros, buscan alternativas. El padre de Maximiliano tiene previsto desplazarse esta semana a Marruecos porque no están dispuestos a tirar la toalla.
Hay al menos 55 muertos, miles de evacuados y una localidad casi destruida, obligando incluso a sus habitantes a lanzarse al mar para huir de las llamas.
Calificados como “catastróficos” por el gobernador de Hawaii, los incendios forestales en el paradisíaco archipiélago dejaban este viernes un total de 55 muertos y cientos de desaparecidos. Como resultado, miles de personas han sido desplazadas y las autoridades dicen que las líneas de comunicación caídas dificultan la localización de víctimas. Quienes sobrevivieron cuestionan por qué no funcionaron los sistemas de alerta cuando las llamas se acercaban a las casas.
Los residentes de Maui, arrasada por las llamas, que huyeron desesperados del fuego, algunos incluso a pie y lanzándose al mar para salvarse, se preguntan ahora por qué el famoso sistema de alerta de emergencias de Hawaii no les avisó cuando el fuego se acercaba a sus casas.
Los registros de gestión de emergencias de Hawaii no mostraron indicios de que se activaran las sirenas de emergencia antes del devastador incendio que se cobró la vida de decenas de personas y arrasó Lahaina, una localidad histórica, según confirmaron las autoridades el jueves.
¿Qué pasó con los sistemas de alerta?
Hawaii cuenta con lo que el estado describe como el mayor sistema integrado de alertas de seguridad pública para cualquier tipo de peligro al aire libre del mundo, con alrededor de 400 sirenas repartidas por todo el archipiélago.
Pero muchos de los sobrevivientes de Lahaina dijeron en entrevistas en los centros de evacuación que no escucharon ninguna sirena y se dieron cuenta del peligro que los amenazaba cuando vieron las llamas o escucharon explosiones cerca.
Thomas Leonard, un cartero retirado de 70 años de Lahaina, no se enteró de que había un incendio hasta que olió el humo.
Antes en el día se habían interrumpido la luz y el servicio de telefonía móvil, por lo que la localidad no tenía información en tiempo real sobre el peligro. Intentó marcharse en su Jeep, pero tuvo que abandonar el auto y correr hacia la orilla cuando los vehículos cercanos empezaron a explotar. Se escondió detrás de un dique durante horas mientras el viento arrojaba ceniza caliente sobre él.
A pie a través de las llamas
Los bomberos llegaron finalmente y escoltaron a Leonard y a otros sobrevivientes a pie través de las llamas hasta un lugar seguro.
El vocero de la Agencia de Gestión de Emergencias de Hawai, Adam Weintraub, dijo a The Associated Press el jueves que los registros del departamento no muestran que las sirenas de alerta de Maui se activaran el martes. En su lugar, el condado utilizó alertas de emergencia enviadas a celulares, televisores y emisoras de radio, explicó.
No estaba claro si esos avisos se mandaron antes de que los cortes generalizados de electricidad y telefonía móvil suspendieran la mayor parte de las comunicaciones con Lahaina.
Avivado por un verano seco y los fuertes vientos de un huracán cercano, el incendio comenzó el martes y tomó a Maui por sorpresa, extendiéndose por los pastizales que cubren la isla y arrasando después viviendas y todo lo que había a su paso.
“Intenso como el infierno”
Ekolu Brayden Hoapili y su novia escaparon de las llamas en Hawaii, pero no consiguen sacudirse de la memoria las imágenes de destrucción en el espejo retrovisor de su auto ni la tristeza de ver a su pueblo arder en llamas.
“Todo era rojo, sólo polvareda y viento, tan intenso como el infierno”, contó Hoapili quien huyó de Lahaina, la pequeña comunidad turística carbonizada por las llamas en la isla de Maui.
Sentado en el baúl del auto donde ha dormido con su pareja desde que ambos escaparon del incendio, Hoapili narró su huida.
y estaba en llamas. Sólo veía humo, cenizas cayendo del cielo, todo ardiendo. Y dije ‘nos tenemos que ir’“.
“Creí que moriría”, admitió este joven de 18 años que se debate entre la alegría de haber sobrevivido gracias a la rápida huida y el arrepentimiento de no haberse quedado para ayudar a la gente.
“Me sentía impotente e indefenso (…) Mirando en retrospectiva, dejé tanto atrás, a tanta gente. Pero no podía arriesgarme más, porque si lo hacía, no estaría aquí”.
Al igual que él, miles de personas se quedaron sin nada.
Los fuegos han devastado más de 800 hectáreas en dos islas del archipiélago estadounidense (Maui, es por lejos la más afectada). También se han declarado incendios en la Isla Grande de Hawaii, pero las autoridades dijeron que estaban bajo control el jueves.
El incendio avivado por las ráfagas huracanadas de “Dora” obligaron a evacuar a miles de personas, algunas de las tuvieron que saltar al mar para protegerse de las llamas. Al menos cien se lanzaron al agua.
“Todavía tenemos cadáveres en el agua flotando y en el malecón”, comentó Kekoa Lansford, otra residente, a la CBS. “Hemos estado sacando gente (…) Estamos tratando de salvar su vida, y siento que no estamos recibiendo la ayuda que necesitamos”.
“Lo que vimos hoy es catastrófico (…) es probablemente el mayor desastre natural de la historia del estado de Hawái”, declaró el gobernador de Hawaii.
El peor desastre natural desde el tsunami de 1960
El incendio es el peor desastre natural que azota el estado desde un tsunami que dejó 61 fallecidos en 1960 en la Isla Grande. Durante una conferencia de prensa el jueves, el gobernador, Josh Green, indicó que el número de decesos podría aumentar a medida que continúan las operaciones de búsqueda y rescate.
Durante su comparecencia, Green reportó 53 fallecidos, pero el condado de Maui actualizó el conteo más tarde a 55 tras el hallazgo de dos nuevas víctimas.
Este es además el incendio más letal registrado en Estados Unidos desde el de Camp, en California, que dejó al menos 85 muertos y arrasó la localidad de Paradise en 2018.
El periodista y candidato presidencial ecuatorianoFernando Villavicencio, de 59 años, fue asesinado este miércoles a tiros cuando salía de un acto.
Villavicencio, del movimiento de centro Construye, murió al ser atacado a balazos cuando abandonaba un evento en el norte de Quito después de encabezar un mitin de campaña.
“Indignado y consternado por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Mi solidaridad y mis condolencias con su esposa y sus hijas”, expresó el mandatario Guillermo Lasso a través de la red social X, antes Twitter.
El presidente agregó que “por su memoria y por su lucha, les aseguro que este crimen no va a quedar impune” y que “el crimen organizado ha llegado muy lejos, pero les va a caer todo el peso de la ley“.
Ecuador sufre en los últimos años un embate del crimen vinculado al narcotráfico, lo que casi duplicó la tasa de homicidios a 25 por cada 100.000 habitantes en 2022.
Villavicencio era uno de los ocho candidatos presidenciales para las elecciones generales anticipadas que se realizarán el 20 de agosto.
El periodista y exmiembro de la Asamblea Nacional disuelta en mayo por Lasso aparecía segundo en la intención de voto con 13,2%, detrás de la abogada Luisa González (26,6%), única mujer en liza y afín al exmandatario socialista Rafael Correa (2007-2017), según la más reciente encuesta de Cedatos.
El diario El Universo, el principal del país, señaló que Villavicencio fue asesinado “al estilo sicariato y con tres tiros en la cabeza”.
Lasso convocó a la sede presidencial al gabinete de Seguridad, así como a los titulares de organismos estatales como la máxima Corte Nacional de Justicia para “tratar este hecho que ha consternado al país”.